Postrado a tus pies, ¡oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de amor que me has dado, y las sublimes leccione que me enseña tu adorable Corazón, te pido humildemente la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para hacerme digno de los favores y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven.

  Mira que soy muy pobre Jesús, y necesito de Ti como un mendigo de la limosna que el rico le ha de dar.

  Se todo para mi, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, sostén de mis pasos, remedio de mis males, auxilio de toda necesidad. De Ti lo espera todo mi pobre corazón.

  Te hago formal y decidida entrega de mi corazón. Tómalo y dame a cambio lo que sabes que me hará bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.

El 16 de junio de 1675 se le apareció Jesus a Santa Margarita María de Alacoque y le mostró su Corazón. Este estaba rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y de su interior salía una cruz. Santa María escuchó  a Jesús decir: ‘’He aquí´ el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada mas que ingratitud, irreverencia y desprecio en este sacramento de amor.’’

El corazón siempre ha sido un símbolo de la intimidad de la persona, de amor, de entrega. Es contemplando el Sagrado Corazón de Jesús que nos adentramos en el misterio de amor y del sufrimiento, de entrega de Dios, quien es Amor.

La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesa, cuando se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús, de donde salió sagre y agua. La devoción al Sagrado Corazón está por encima de otras devociones porque veneramos al mismo Corazón de Dios.

En mayo de 1673, el Corazón de Jesús le dio a Santa Margarita María para aquellas almas devotas a su Corazón las siguientes promesas:

 CONSAGRACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS